Esas barritas de incienso que a veces encendemos en casa, con olor a sándalo, lavanda o canela, son un método natural para ambientar nuestro hogar y equilibrar las energías, tanto del inmueble como de sus habitantes, contribuyendo a bajar la tensión e inspirando tranquilidad. En este artículo desgranaremos algunos de los atributos de este producto ancestral.
La palabra “Incienso” proviene del latín “inciensum”, participio del verbo:«encendere», en castellano “quemar”, “encender”. Son preparaciones hechas a base de resinas vegetales que en su combustión lenta van liberando humo y esencias.
El incienso se lleva utilizando desde la antigüedad, asociado a ritos espirituales y religiosos. Ya se empleaba en el antiguo Egipto para venerar a los dioses y en algunas ceremonias en los templos de la Grecia y la Roma clásicas.
Relacionamos este producto con las culturas orientales, con China, Japón, la India. De hecho, las varitas que más se comercializan vienen de la tradición china, pues en occidente siempre se ha tendido a quemarlo en polvo. El budismo lo ha utilizado como un elemento esencial en la práctica espiritual. Se suele quemar incienso para crear un ambiente propicio para la meditación. Incluso las varas de incienso se toman como medida de tiempo para determinar la duración de ciertas ceremonias.
Pero el incienso no solo está ligado a Asia. Está muy presente en nuestra cultura y religión. Al niño Jesús, en el portal de Belén, los reyes magos le regalaron oro, incienso y mirra. Los peregrinos que llegan a la catedral, después de haber hecho todo el camino de Santiago, se encuentran con un gran quemador que va balanceándose por toda la nave central del templo, el “botafumeiro.” El humo de incienso que desprende consigue mantener la higiene del lugar y crear un ambiente celestial. En la ceremonia de la eucaristía, el cura enciende incienso en un pebetero metálico con forma de copa tapada, antes de entregar el cuerpo de Cristo a los creyentes.
Sin aparente conexión entre las civilizaciones, el incienso se hizo universal. Los mayas y los aztecas, antes de la llegada de los conquistadores, quemaban incienso dentro de unas vasijas agujereadas llamadas anafres como una ofrenda divina. Algunos pueblos de las islas de Oceanía realizaban rituales similares.
En la actualidad, el incienso se ha incorporado nuestra vida diaria, sin estar asociado necesariamente a ritos religiosos. Los encargados de «El Palacio del Incienso», especializada en este producto, nos comentan que el incienso es un instrumento para purificar nuestro hogar y para hacer que los ambientes se tornen pesados.
Lo veamos como lo veamos, lo que está claro es que el incienso es una de las formas más naturales de perfumar nuestra casa.
¿De qué está hecho el incienso?
El incienso se hace a través de una pasta en la que intervienen diferentes ingredientes vegetales: resinas como el copal, la mirra y el ámbar, polvo de madera, hojas, flores, raíces, semillas, etc. Todo eso se muele y se mezcla con aceites esenciales, se le da la forma requerida y se deja secar. Los formatos más habituales son:
- Varitas de bambú. Es la presentación típica de China y la India. El formato más utilizado en occidente. Son las clásicas varitas de incienso formadas en torno a un palo de madera. Este fino palo suele ser de bambú o de sándalo y se enrollan a mano. El palo, además de permitir que el incienso se sujete, asegura que no se apaga hasta su consumo completo.
- Stick japonés. Es una varita parecida a la china, pero no tiene un núcleo de madera en su interior. Es una varita maciza que se va desgranando en trozos a medida que se consume, lo cual permite calcular la cantidad de incienso que se desea quemar. La pasta es más concentrada que las varitas clásicas, su olor es más intenso, pero también tiene una mayor posibilidad de que se apague.
- Conos. La pasta de incienso se moldea formando conos, sin ningún soporte de madera. Arde muy rápido y produce menos humo que las varitas de bambú, ya que no queman madera.
- Incienso en polvo, bolitas o lágrimas. Es la forma tradicional con la que se ha quemado el incienso en occidente. Para usar este incienso es necesario una fuente de calor externo. Unas brasas que van calentando una placa de metal sobre la que se coloca el producto. Es cómo funcionan los incensarios de las iglesias católicas y de las sinagogas judías.
Beneficios del incienso.
Como nos indica la web ecoportal.net, el incienso, además de perfumar nuestra habitación, presenta una serie de beneficios para la salud que son bastantes desconocidos. Te comentamos 7 de ellos:
- Mejora la circulación de la sangre. Una de las esencias que libera el incienso en su combustión es el ácido boswélico, conocido por sus efectos antiinflamatorios. Su inhalación mejora el flujo sanguíneo y ayuda a combatir los efectos de la artritis y la formación de quistes.
- Ayuda al sistema respiratorio. El humo del incienso abre las fosas nasales. Lo cual es beneficioso para prevenir la sinusitis, los resfriados frecuentes, las alergias o la aparición de bronquitis. Facilita una mayor entrada de aire por la nariz.
- Reduce la ansiedad. El incienso tiene un efecto tranquilizador, tanto por el proceso de combustión lenta como por algunas esencias que libera, como el sándalo o la lavanda, que tienen un impacto relajante sobre el organismo.
- Combate el insomnio. Ciertas variedades de incienso como la vainilla, la lavanda o el jazmín contribuyen a desacelerar el sistema nervioso y facilitan el poder conciliar el sueño. No es necesario que encendamos las varillas cuando nos vayamos a dormir. Con que la habitación se haya impregnado de estos aromas es suficiente para que nuestro cuerpo se relaje.
- Refuerza el sistema inmunológico. El humo del incienso posee propiedades antisépticas y desinfectantes. Contribuye a la cicatrización de las heridas tanto externas como internas. No es que vaya a sustituir un producto como el yodo, pero si contribuye a crear un ambiente propicio para la curación.
- Ayuda a la meditación. Muchas religiones han incorporado el incienso a sus ceremonias, puesto que crea un ambiente relajante que facilita la concentración e invita a la reflexión. Sus efectos sedantes y la apertura de las fosas nasales permite que el aire entre en el cuerpo de una forma más lenta y relajada.
- Combate la depresión. Algunos estudios médicos han comprobado que los extractos que libera el incienso quemado contribuyen a reducir la depresión y el daño neurológico. Cuerpo y mente se relajan pasando a disfrutar un estado de paz y de armonía.
Precauciones para encender el incienso en casa.
No todo en el incienso son ventajas. Tener una habitación cerrada saturada con humo de incienso puede ser perjudicial para nuestros pulmones. La revista UnCOMO, editada por mundo deportivo, recomiendan ventilar bien las habitaciones antes de encender las varitas de incienso. El aire en movimiento es la mejor manera de mantener un hogar libre de toxinas.
También nos recomienda encender el incienso durante una hora y media como mucho. Tiempo suficiente para no desaprovechar sus propiedades sin que sea perjudicial para la salud.
Es importante observar el color que desprende la combustión. Un humo demasiado oscuro indica que existe mucha concentración de esencias y, por tanto, deberemos ser más precavidos.
Para quemar incienso en casa necesitamos una superficie en la que podemos clavar la varilla, ligeramente inclinada con una pequeña bandeja que vaya recogiendo la ceniza, a medida que la varilla se consume. Para eso existen los porta-incienso, aunque no son imprescindibles. Nosotros mismos podemos preparar un recipiente que tenga estas características. La inclinación es importante, ya que ayuda a que el producto se consuma lentamente y la ceniza caiga de manera ordenada.
Respecto a la forma de encender el incienso, una vez la varilla está colocada adecuadamente, acercamos la llama de una cerilla o un mechero al extremo superior y lo retiramos en el momento en que veamos que cambia de color.
Alejamos la vara del lugar en el que nos encontremos y dejamos que el incienso se vaya consumiendo poco a poco. Nos apartamos a otra parte de la habitación y continuamos con la actividad que estábamos haciendo: meditar, leer, ver la televisión, etc.
En el caso en el que vayamos a quemar incienso en grano o en polvo, lo podemos hacer en una lamparilla de aceite. Es la manera tradicional de quemar incienso sin carbón.
Vertemos un poco de aceite vegetal sin olor en la parte superior de la lámpara. Ponemos unos granos de incienso sobre el aceite. Si el incienso que tenemos es en polvo, bastará con una cucharadita de café. En el quemador de la parte de abajo, introduciremos una vela encendida. Pasados unos pocos minutos, en cuanto el aceite comience a calentarse, se desprenderá el olor.
El incienso, además de tranquilizarnos, combate la humedad de las habitaciones y elimina el olor intenso de los lugares que han estado cerrados durante mucho tiempo. Es una forma natural de perfumar la casa y de equilibrar las energías, tanto de los ambientes como de las personas.