Existe en nuestro país una de las mayores concentraciones de megalitos funerarios de la prehistoria. En concreto, en el término municipal de Valencia de Alcántara. Una de las múltiples razones para conocer este emblemático pueblo extremeño.
En Valencia de Alcántara existen un conjunto 41 dólmenes, a los que hay que sumar otros 21 situados en la Sierra de San Pedro. Una de las manifestaciones artísticas, junto a las pinturas de las cuevas de Altamira, más importantes de la prehistoria en la península ibérica.
Señala la web oficial Turismo de Extremadura que se trata de uno de los conjuntos funerarios megalíticos más importantes de toda Europa. Tienen una antigüedad de unos 5.000 años. Levantados entre los periodos del neolítico y la edad de bronce.
Valencia de Alcántara se encuentra en el suroeste de la provincia de Cáceres. Su término municipal hace frontera con Portugal y se encuentra a escasos kilómetros del norte de la provincia de Badajoz.
Por la zona confluyen varios ríos. Entre ellos, los afluentes de río Tajo, el Avid, que cruza gran parte del municipio, y el Sever, que hace frontera natural con Portugal. Es una zona semi-plana bordeada por tres sierras: la Sierra de San Pedro, Sierra Fría y la Sierra de Mademme en Portugal, dando lugar a zonas boscosas de helechos y castaños.
Debido a estas circunstancias existe presencia humana en la zona desde la época del paleolítico. Si bien es cuando el hombre se hace sedentario y se empieza a dedicar a la agricultura, cuando más restos arqueológicos se conservan.
En el interior de los dólmenes, junto al cuerpo del fallecido, se depositaba un ajuar compuesto por armas (hachas, puntas de flecha, cuchillos), collares, amuletos y vasijas que nos proporcionan información sobre cómo vivían nuestros ancestros.
La Valencia extremeña.
Cuentan las crónicas del historiador romano Tito Livio, que una vez reducida la resistencia de las tropas de Viriato a la conquista de Hispania, el General romano Decimo Junio Bruto Galaico fundó la ciudad de “Valentia” para acoger a las tropas vencidas y así ser romanizadas.
Viriato fue un cacique celtíbero que encabezó la resistencia de los lusitanos a la ocupación romana. Los lusitanos se extendían por todo el sur oeste de la península ibérica. La mitad sur de Portugal, Extremadura, la provincia de Huelva y parte de la de Sevilla. Se trataba de pastores que conocían bien el terreno y acechaban a las legiones romanas tendiéndoles emboscadas.
Los lusitanos llegaron a adentrarse hasta Segóbriga, la actual Cuenca. Eran un auténtico quebradero de cabeza para Cepión. El general romano buscaba enfrentarse a los rebeldes en una guerra abierta, y ellos burlaban sus intentos una y otra vez.
Tras ofrecer una recompensa por la muerte de Viriato, tres hombres del líder rebelde lo abordaron mientras dormía, lo decapitaron y entregaron su cabeza a Cipión. Fue entonces cuando este les dijo: “Roma no paga a traidores.”
Tras la muerte de Viriato, los lusitanos se replegaron en Portugal. Acechados por Cipión y por Bruto Galaico, que acababa de conquistar Galicia. Las huestes romanas derrotaron a los rebeldes comandados por Taútalo, quien sustituyó a Viriato tras su asesinato. Para evitar que sus hombres fueran ajusticiados, este aceptó que se les albergara en Valencia de Alcántara y dio por finalizada la rebelión.
La zona, sin embargo, ya estuvo habitada desde mucho tiempo antes.
Los dólmenes.
Encontramos dólmenes por diferentes partes de España. En Huesca, en el parque nacional de Ordesa; en Asturias, en Cangas de Onís, en Antequera, Málaga, en el parque nacional de Montnegre de Barcelona y en Romanya de la Selva, en Girona.
En la provincia de Álava se reparten entre el municipio de Laguardia, el de Arrizala y la famosa “Chabola de la Hechicera” en Evillar. La web de la diputación foral de Álava define los dólmenes como sepulcros colectivos en los que se realizaban sucesivos enterramientos, acompañando el cadáver con un ajuar.
Era un monumento funerario que consistía en dos piedras verticales que se enterraban parcialmente en la tierra y otra horizontal que se colocaba sobre ellas. Con ello se formaba una cámara mortuoria que después se cubría con rocas o tierra formando un montículo semiesférico llamado túmulo.
Cuando, con el paso de los siglos, se desmontaba el túmulo quedaban al descubierto las tres piedras que formaban la estructura principal. La palabra dolmen, proviene del bretón, que significa “mesa de piedra”. Esa es precisamente la imagen de este monumento funerario una vez se queda al descubierto.
Dentro de los dólmenes podemos ver unos más pequeños, que harían referencia a un enterramiento individual y otros más grandes, que cuentan con un pasillo de piedra de acceso a la cámara.
El conjunto funerario de Valencia de Alcántara se caracteriza por el elevado número de monumentos funerarios, por su proximidad y por la variedad de materiales. No es normal tal concentración de dólmenes en un espacio tan pequeño. Ni en España, ni en Europa. Esto indica la población numerosa que existía en la comarca y un cierto significado simbólico o espiritual que da lugar a uno de los primeros cementerios de la historia.
En cuanto a materiales, buena parte de ellos están construidos con losas de granito, pero existe otra parte de que están fabricados con piedras de pizarra. Lo cual sugiere que pertenecen a épocas históricas diferentes.
No todos los dólmenes de Valencia se encuentran en perfecto estado. Los oriundos de la zona han ido desmontándolos para utilizar las piedras en otras construcciones. Se calcula que existían 14 más de los que hoy se tienen registrados.
Los que se conservan en pie, los han utilizado tradicionalmente los pastores y agricultores de la zona para guarecerse de la lluvia. Aun así encontramos varios de ellos en buen estado, como el dolmen de Mellizo, el de Cajirón, el de la Lagunita o el de Zafra.
Un paseo por la naturaleza y la prehistoria.
Los dólmenes se encuentran fuera del núcleo urbano. Se accede a ellos a través de caminos forestales que atraviesan áreas de bosque, canteras de pizarra y tierras de cultivo. Se han trazado cinco rutas que permiten visitar diferentes grupos de megalitos: Tapias, Zafra, Las Lanchas, Huertas de las Monjas y los Mellizos.
La Junta de Extremadura aconseja pasar por la oficina de turismo antes de recorrer las rutas. De esta forma nos orientarán sobre la forma más apropiada de acceder a ellas, y la posibilidad de incorporarnos a un grupo de visitas guiadas, que normalmente se realizan los sábados por la mañana.
Para llegar a la ruta de los Mellizos, donde se encuentran los dólmenes más conocidos, es necesario dirigirse a la Aceña de la Borrega, una pequeña pedanía situada a 12 kilómetros de Valencia de Alcántara en dirección a Portugal. La ruta se inicia desde el centro de la pedanía recorriendo un sendero de tierra que al cabo de un kilómetro se bifurca en dos. Las señalizaciones indican coger el camino de la derecha.
La ruta de Zafra recorre la antigua calzada romana y se puede transitar a pie desde la propia ciudad. Tras caminar por un área de dehesa accedemos a un conjunto de cinco dólmenes, algunos de ellos en muy buenas condiciones.
Otros lugares que visitar.
Valencia de Alcántara es mucho más que los dólmenes. Los gerentes de El Jinebro, un conjunto de casas rurales situadas a las afueras de la ciudad, nos comentan que el municipio da pie a una gran variedad de planes turísticos. Entre ellos destacamos:
- Visita al barrio judío. En el casco antiguo de la ciudad se encuentra una de las juderías más llamativas del mundo, declaradas bien de interés turístico. Se trata de 266 casas angostas, distribuidas en calles largas y estrechas de trazado medieval, con una arquitectura muy característica. Pared enjalbegada, con una puerta principal con un arco ojival adintelado en piedra, o una puerta cuadrada y una única ventana en el piso superior, enmarcados a su vez con un dintel. A diferencia de otras juderías como la de Toledo o la de Girona, no es un conjunto de casas señoriales, sino más bien humildes. De gente que trabajaba en el campo o de artesanos con oficios relacionados con la agricultura.
- Visitar los restos romanos. En cuanto al legado que dejó la presencia romana en la ciudad cabe destacar el puente de piedra que cruza el río Avíd antes de llegar al núcleo urbano, el Pontarrón de los Garavios, otro puente construido sobre el río Aburriel, a 6 kilómetros de la Villa y que se comunica mediante una calzada con el puente romano y el antiguo acueducto, que llegó a tener 17 arcos.
- Entono natural. Otra de las maravillas que no podemos despreciar es el paraje natural que rodea a la ciudad y a sus pedanías. Atravesado por tres ríos, con un suelo estratificado recorrido por una red de caminos, en él podemos observar diferentes paisajes. Desde zonas rocosas en las que abundan bloques de granito recubiertos de musgo, campos de pizarra, áreas de dehesa y arboledas boscosas.
Valencia de Alcántara es uno de esos tesoros que encierra la geografía española que vale la pena visitar al menos una vez en la vida.