España es el cuarto país del mundo en consumo de cocaína.

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Según un informe publicado por la ONU, España es el cuarto país del planeta que más cocaína consume. Una droga dura con un alto nivel de adicción que se ha convertido en la principal causa de muerte súbita, por parada cardiorrespiratoria, en menores de 40 años. Un problema social que, por desgracia, aparece silenciado.

En el informe elaborado por el Departamento de Drogas y Delitos de Naciones Unidas, recogido en la revista Menshealth, el consumo estimado en España se sitúa por detrás de Albania, EEUU y el Reino Unido al completo (Inglaterra, Gales y Escocia).

La cocaína esnifada se hace popular en España durante la segunda mitad de la década de los 80. Aparece como una droga de yupis, ejecutivos y triunfadores. Un estimulante que les permite mantenerse con la energía a tope durante todo el día. En décadas posteriores, la cocaína se hace hegemónica en la noche. Después de la devastación que provocó la heroína en la juventud, causando en nuestro país más de un millón de muertos y la propagación de enfermedades como la hepatitis y el SIDA, la gente huyó de las drogas inyectables. Se pensaba que eran más fácil de controlar y sus efectos menos perjudiciales.

En ello también intervino el auge del ocio nocturno. Algunas drogas sintéticas, y sobre todo la cocaína, producían un nivel de excitación que permitía aguantar varias noches de fiesta sin dormir. Se asoció su consumo con tener sexo extremadamente placentero. Pronto apareció la letra pequeña. Igual que producía sobreexcitación, cuando se pasaban los efectos, desembocaba en un bajón físico. Es una droga altamente adictiva, a medida que se consume con más regularidad sus efectos son menores. El adicto debe tomar una dosis mayor o más frecuente para experimentar la misma sensación. Sometiendo al cuerpo a una situación de ansiedad, que a veces suple tomando otras drogas.

Según Despierta Barcelona, un centro de tratamiento de adicciones de la ciudad condal, generalmente la adicción a la cocaína se inicia con el consumo de alcohol, drogas de diseño, éxtasis o cannabis. Se suele asociar su consumo al alcohol, los tranquilizantes o la marihuana, para bajar sus efectos. En muchos casos, el adicto a la cocaína termina convirtiéndose en un poli toxicómano cuyo principal aliciente en su vida es estar drogado.

Vivir con un cocainómano.

La cocaína produce adictos desde una temprana edad hasta personas mayores de 50 años, que piensan que con esta droga siguen relacionados con el mundo de la noche. Convivir con ellos es un auténtico suplicio, caracterizado por una falta total de estabilidad y por el temor a que sufran algún percance de salud.

En el foro de la web lasdrogas.info se recogen varios testimonios. Como el caso de Mariela, que después de llevar 18 años con su marido descubrió que era adicto. Ella pensaba que para su pareja era un divertimento ocasional, como tomarse un cubalibre cuando salían una noche con los amigos. Se dio cuenta de que su marido esnifaba a diario. Se acostaba muy tarde, gastaba mucho dinero, dejó el trabajo y pasaba el día durmiendo.

Habló con los amigos para que le echaran una mano, pero era inútil. Cuando le llamaban él no les cogía el teléfono o les daba plantón.

Una noche se gastó más de 200 €. Fue un golpe duro, ya que se trataba de una familia trabajadora que a duras penas llega a fin de mes. La mujer le quitó la tarjeta del banco, pero daba igual, cuando pudo se la robó. En otra ocasión también le robó a su madre.

El marido de Mariela, cuando está sereno, reconoce que tiene un problema con las drogas, pero no quiere seguir ningún tratamiento ni ir al psicólogo. Dice que va a cambiar y que se quitará solo. Lo cierto es que la relación de la pareja no va bien. Él se marcha de casa y se va a casa de sus padres. Pasadas unas semanas regresa, pero continúa consumiendo.

Efectos de la cocaína.

La cocaína es un fuerte estimulador del sistema nervioso central. Acelera de golpe el ritmo cardiaco y la respiración. Actúa sobre los circuitos cerebrales responsables del placer y la gratificación. Intervienen masivamente sobre esta parte del cerebro, desarrollando lo que se conoce como tolerancia, es decir, cada vez se necesita una dosis mayor para producir el mismo placer. Crea ansiedad en el cuerpo cuando no se tiene. Si su consumo se interrumpe de forma abrupta, genera síndrome de abstinencia. En la revista «Cuídate +» nos detallan sus efectos.

  • Efectos a corto plazo.

La cocaína produce una sensación de euforia, disminución del apetito, aumento de la temperatura corporal, dilatación de las pupilas y una falsa impresión de agudeza mental. Al mismo tiempo aumenta brutalmente la presión arterial, el ritmo cardiaco y contracción de los vasos sanguíneos. Es tal el nivel de presión en las arterias, que puede desembocar en infarto de miocardio, ictus o muerte súbita cardiaca.

La cocaína pronuncia la hipersensibilidad a la luz, el sonido y el tacto, lo cual fomenta paranoias y alucinaciones. Algunos médicos, como Gonzalo Herradón, profesor de Farmacología de la Universidad CEU San Pablo de Madrid, sostienen que la cocaína tiene más riesgos a corto plazo de lo que la gente piensa.

  • Efectos a largo plazo.

Esnifar cocaína con frecuencia, perfora el tabique nasal, produce congestiones y úlceras en las fosas nasales.

Genera alteraciones cardiovasculares. Estrecha las arterias del corazón y del cerebro, aumentando su presión y produciendo accidentes cardiovasculares, incluso en sujetos jóvenes en buen estado físico.

Produce enfermedades respiratorias, como la taquipnea, un aumento de la frecuencia respiratoria por encima de los valores normales. Exacerba, por otro lado, los cuadros asmáticos y los edemas pulmonares. A largo plazo agrava las patologías respiratorias y aumenta los riesgos de infección pulmonar.

La cocaína es una toxina hepática específica que, además, puede afectar a los riñones, ocasionando fallo renal agudo.

En el aparato digestivo produce náuseas, diarreas, vómitos y con el tiempo úlceras gastroduodenales.

El paso de un estado de euforia a uno depresivo genera cambios continuos de humor que terminan provocando trastornos de la personalidad con cuadros muy parecidos al trastorno bipolar.

  • Otros efectos menos conocidos.

Una de las consecuencias más desconocidas del consumo habitual de cocaína es su relación con el Parkinson. El doctor Gonzalo Herradón, que está realizando estudios de investigación en esta línea, fija claramente la adicción a la cocaína en una de las causas de esta enfermedad. Se da sobre todo en casos en los que se ha empezado a consumir durante la adolescencia, cuando aún no se ha formado por completo el sistema nervioso central. Empeora la capacidad cognitiva, la que hace referencia a la memoria, aprendizaje, ejecución de tareas, etc.

Una de las combinaciones explosivas es la mezcla de alcohol y cocaína, muy frecuente entre los consumidores. Tomar las dos sustancias al mismo tiempo hace que sus efectos se potencien mutuamente. Entre otras cosas, engrosan las paredes del corazón, hipertrofiándolo y haciendo que su funcionamiento sea mucho peor.

Para que alcohol y cocaína se potencien entre sí no es necesario que exista alcoholismo. Basta con un consumo frecuente de bebidas alcohólicas simultaneado con el consumo de cocaína.

Cuándo se detecta que la cocaína es peligrosa.

Llega un momento en el que la adicción genera trabas de salud y convivencia, que funcionan como señales que nos avisan de que el consumo de cocaína se ha convertido en un problema en el que hay que buscar solución.

Se puede ver en los cambios de humor del adicto. Parece dos personas distintas. En ocasiones, la persona que conocíamos, y en otras un individuo fácilmente irritable y hasta violento. En algunos casos se ve un exceso de energía, que parece que se va a comer el mundo, alternado con episodios de bajón. La adicción va acompañada con una pérdida de apetito, por lo que se suele apreciar una disminución de peso llamativa en poco tiempo.

Suelen aparecer problemas de insomnio y falta de concentración. Al enfermo le cuesta centrarse para estudiar o para realizar tareas que antes resolvía con normalidad. Se aprecia cansancio crónico y una apatía y falta de interés por las cosas.

Surgen roces importantes con la familia y con los amigos. El adicto se aleja de sus amistades habituales y solo frecuenta los que son consumidores. Desatiende sus responsabilidades familiares, no les presta ningún interés y cuando la situación se antagoniza se aísla o desaparece.

Su vida está tan centrada en el consumo, que en ocasiones deja de ir a trabajar e incluso pierde el empleo. Tiende a gastar mucho dinero, de forma injustificada e irresponsable. Ya nos solo para financiar su consumo, puede aparecer juego patológico, compras compulsivas o gastos en prostitución. No le da ningún valor al dinero, llegando a gastar cantidades desproporcionadas en una noche.

Cuando aparecen estas situaciones es recomendable que la familia busque ayuda en centros especializados, partiendo de que el adicto solo podrá dejar su dependencia si realmente quiere. Un adicto a la cocaína es un enfermo, aunque aún no esté preparado para salir, la familia y el entorno necesitan ayuda especializada para saber cómo tratarlo.

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