Una experiencia agotadora

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El título de este post resume a la perfección mis últimas semanas. Soy consciente de que las reformas nunca son sencillas pero como nunca había pasado por una tan grande, no me imaginaba hasta qué punto iba a llegar en el baremo del nivel de agotamiento, y os puedo asegurar que he rozado el límite. Ahora bien, he aprendido algunas cosas como, por ejemplo, no pensar que hay cosas lógicas que no es necesario decir, porque TODO es necesario dejarlo transparente como el agua… por si las moscas.

Inicié la reforma con una empresa a la que no pienso ni nombrar y la acabé, casi dos meses después, con Crear Sur, de los que sólo puedo decir buenas palabras: trabajadores, profesionales, eficientes y totalmente transparentes. Las cosas claras y el chocolate espeso, como dice el refranero español.

Tras estar prácticamente toda mi vida de un lado para otro con contratos de alquiler, decidí por fin invertir mis ahorros en una vivienda propia pero, como no eran demasiado altos (ni tampoco el crédito que me daba el banco) opté por una vivienda de segunda mano con reforma. Gran parte de mi familia me avisó sobre los problemas que podrían surgirme, pero tampoco es que tuviera muchas más posibilidades, así que me lié la manta a la cabeza y me lancé a la aventura.

Al principio estaba entusiasmada porque por menos 35.000 euros compré una planta baja bastante grande (hecha polvo, eso sí) que tenía muchas posibilidades, o al menos eso me parecía a mí. Contacté con varias empresas de reformas y me quedé con una cuyo presupuesto no era, ni el más caro, ni el más barato, y les dije todo lo que quería hacer. Bueno, todo no, porque no se me ocurrió especificar cosas como que quería que el suelo de la ducha estuviera nivelado o que no quería que se notara el corte en las habitaciones donde se había tirado tabique, pero es que pensaba que eso era algo obvio que no hacía falta resaltar y, por desgracia, no fue así.

Tras un mes de reformas en el que no veía casi avances y, los pocos que veía, dejaban mucho que desear, los despedí. Así, sin más. Me cansé de excusas y de sus “es que eso no lo especificó”, y los mandé a tomar viendo, literalmente. Ahí fue cuando contacté con Crear Sur, y a partir de ahí todo ha ido como la seda.

El problema es que las reformas, por muy bien que se hagan, son agotadoras de por sí: todo lleno de polvo, herramientas, habitaciones cerradas porque están inservibles, etc. Y si al menos hubiera podido vivir ese tiempo en otro sitio no habría estado tan mal pero, como no tenía esa opción, me instalé en una habitación de la casa, y luego me mudé a otra cuando empezaron con la reforma en la primera, y después a una tercera… De locos.

Los muebles que los busque otro que yo no puedo más

Estaba tan agotada que no veía el momento de salir a comprar los muebles nuevos. A veces venía mi hermana o alguna amiga a acompañarme a ver tiendas de muebles y yo estaba tan reventada que hasta llegué a decirles en una ocasión que se fueran ellas a mirar algo para mi salón, que confiaba en su criterio. Obviamente no lo hicieron, pero lo que sí hizo mi amigo Luís es venirse a  casa con su portátil (yo aún no tenía nada instalado en el despacho) y abrió directamente una web especializada y me dijo: “!Ala, elige!”.  Al principio le dije que estaba loco si se pensaba que yo iba a comprar mis muebles online, sin verlos  ni probarlos, pero él se levantó y empezó a tomar medidas de las habitaciones diciendo cosas como: “Aquí te cabe una chaiselonge de dos metros”, “¡La mesa de comedor no puede superar los 75cm!” o “¿La cama la quieres de 1,50?”. Así, poco a poco, empecé a animarme y a elegir muebles, que si esto por aquí, que si esto por allá… y al final de la tarde ya tenía toda la casa ideada y concentrada en un pedido online. Cuando apreté el botón de compra casi me muero de miedo pero estaba tan cansada de todo que me dije “de perdidos al río” y pagué todo de una.

Ahora no me arrepiento de nada porque mi casa parece de esas de «revista», lo que pasa es que si alguien me dijera que volviera a pasar por toda la reforma… igual me lo pensaba dos veces porque, como ya he dicho, ha sido una experiencia demasiado agotadora.

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